Monday, June 04, 2007

Sueltos

Quien argumenta la gracia, como si estuviera seguro del porqué de la existencia, es el que se estira y se estira y cada vez le molesta más la espalda. Duda una y otra vez si para su columna a mayor fortaleza le seguirá mayor fortaleza. Los discos lumbares siguen tronando, a falta de fe, en estiradas que insisten en recordar algún sentido.

La molestia es la única que insiste en la búsqueda de expresión.

La maña es el sendero que nos sigue salvando.

Quien se ennecia en decir aquello que no le ha tocado, aquello que ronda su cabeza pero aun no ha descifrado, es como quien aprieta en el baúl todo lo que quiere olvidar y acaba por botarlo todo después de usarlo efímeramente. Como si quisieras armar una gran esfera en el cielo de tus palabras y sólo tenías que voltear de pasadita para observarla.

Las máscaras que formamos con nuestras manos sobre la cara acaban, frente a la inminencia de la luz, desvelándonos contra nuestras mentiras y malas intenciones. Atrás todas nuestras sombras.

El cepillo de dientes, la expiación de la lengua, sirve al decir verdad cuando dices mentí porque no todo es aliento.

Como hay que acostarse para por fin dormir en algún momento habrá que cargar la almohada piedra del sueño también en algún momento. Ni modo que ir tocándole de puerta en puerta a todos para el amor de la ortopedia. La lucha comienza en la horizontal de las esquinas en el cuarto, y la esfera que intentamos vislumbrar es la lucha por el cuerpo que nadie tiene, todos quieren, y a todos agota.

Nada más poético que alguien dormido de pie.

Querer ver para atrás como si de algún lado viniera lo que en realidad no necesitamos.

Estirarse los cabellos una y otra vez para arriba como si decir algo inteligente implicará el entendimiento.

Tanta desesperación en que te escuchen, te reconozcan, tanta libertad en el garabato.

Otra petición es el Apocalipsis, el sentimiento de escribir y escribir hasta que todos mueran.

Jalarse los pelos de la barba pensando en aniquilar a todos es una forma de amor bien expresada.

Picarse los ojos y ver colores es punzar mitologías bien recorridas.

Amanerarse es el estilo más buscado pero el más fútil

El lapsus no es sólo el desliz de la conversación, el lapsus es toda la brutalidad de la conversación que no hemos pensado.
Abrieron clínicas de adicción para que el espíritu se erice, se ilumine y explote. Se llenaron nadie se oía si mismo. Nos hicimos adictos a los demás y a la finta.

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